Hay hechos en tu vida que te marcan para siempre. No tienen por qué ser grandes fechas, grandes hechos o grandes encuentros. Es más, pienso que las cosas que marcan son aquellas que "a priori", pueden pasar desapercibidas si no llegan en el momento adecuado.
No puedo recordar en qué momento me enamoré de la prosa de Pérez Reverte, creo que llegué a conocerlo a través de sus artículos de El Semanal y ellos me llevaron a sus novelas las cuales me he leído casi todas ellas y cada vez que viene por mi tierra aprovecho para escucharle. Le admiro porque sus palabras llegan, sus palabras calan, sus palabras resultan atemporales....
Sí, pensamos que la crisis es de ahora, creemos que la apatía, la desgana y la desilusión de los jóvenes es consecuencia del momento que estamos viviendo, que los padres de familia de cuarenta años para adelante sólo ahora tienen dificultad para encontrar trabajo y... ¡estamos tan equivocados!
Al releer los artículos de Pérez Reverte, amarillos ya de los años que llevan guardados en una caja, me doy cuenta de que no hemos cambiado, que prácticamente seguimos en el mismo punto. Y me embarga la impotencia y la frustración.
El otro día hablando por whatssap con una de esas personas que aparecen en tu vida y que te marcan para siempre, me comentaba la impotencia que sentía al ver tanta discriminación y tanta injusticia en la sociedad que le rodeaba. Me decía que quería luchar, que quería hacer algo grande como hicieron otros en el pasado... pero, al mismo tiempo decía que en soledad no podía hacer nada, que era un grano de arena en mitad del desierto y que su lucha no serviría de nada porque no cambiaría nada... Al leer sus palabras automáticamente se me vino a la cabeza fragmentos del artículo titulado "Oye Chaval", y se las reproduje más o menos según las recordaba "Cuando no quedan los héroes solidarios llegan los héroes solitarios..." y así se lo dije, "por muy insignificante que parezca nuestra lucha, siempre será mejor que no hacer nada".
Soñadora, utópica, tal vez, pero ¿Qué es la utopía...? En otra entrada de este blog lo descubriremos.
Dedico esta entrada a esa persona que pese a su juventud considero que es una luchadora nata... No sé si algún día lo leerá pero la intención y el cariño que le he puesto es lo que importa.
También lo dedico a todos los jóvenes y no tan jóvenes que a veces nos hemos sentido como ese "chaval".
Oye chaval
Oye, chaval. Me dice tu hermana que estás cada
vez más para allá, y que has perdido el curso, cacho cabrón. Y que encima te
estás metiendo de todo. Y digo todo, colega. Alcohol y pastillas, y pastillas y
alcohol, y dos paquetes diarios de tabaco a tus diecinueve tacos. Y que has
dejado a tu novia, o en realidad es ella la que te ha dejado porque no te
aguanta. Y que vuelves a las tantas saltándote semáforos en rojo con una
castaña que te cagas, y que las broncas con tu viejo son de órdago, y que pasas
de todo. Que pasas de verdad, con ojos de estar allí lejos sin la menor
intención de darte de nuevo una vuelta por aquí en el resto de tu puta vida.
Suponiendo, dice tu hermana, que te quede mucha puta vida por delante. Dice que
te diga algo, que me lees los domingos y me haces caso. No sé en qué carajo
podrías hacerme caso tú a mí; pero si lo dice ella, que es la Bambi de la
familia, sus motivos tendrá. En fin. Que te diga algo, escribe la pava, como si
yo fuera la virgen de Lourdes. Y no sé qué decirte, la verdad. De finales
felices me creo lo justo, y la última varita mágica que vi la tenía clavada en
el coño un hada a la que violaron en Sarajevo. No sé si me explico.
Pero en fin. Me sentiría raro si hoy no te
dedicara esta página. No por ti, que no te conozco, sino por la Bambi. Se
quedaría decepcionada, y a lo mejor ya no se leía más novelas mías, ni soñaba
con ligarse al padre Quart o a Lucas Corso. Así que mira, voy a decirte algo.
Voy a decirte que acabo de apuntar que no te conozco, pero es mentira. No es
difícil conocerte si uno mira alrededor, y se fija en el país en el que vives,
y la tele que ves, y los perros que planifican tu vida y tu futuro, y los
políticos a los que votan tu padre y tu madre. No es difícil si uno piensa en
esa empresa donde estuviste trabajando este verano, y en el trabajo donde
explotan a tu ex novia, y en la desesperación de tus amigos. No es difícil y me
hago cargo, te lo juro. Esto es una mierda, y la palabra futuro es como para
colgársela de los huevos. ¿Ves como en realidad si te conozco?
Hay, sin embargo, algo que puedo decirte. Estás
aquí, en el mundo que te ha tocado. Sería estupendo que hubiera revoluciones
por hacer y sueños por alcanzar, cosas que te pusieran caliente y con ganas de
echarte a la calle. Pero sabes, o lo intuyes, que todas las revoluciones se
hicieron, y una vez hechas se las apropiaron los de siempre. Que los buenos se
quedan afuera, bajo la lluvia, y que esta película la ganan siempre los malos.
Sé todo eso porque lo he visto, tío. Lo he visto en todas las lenguas y
colores. Lo he visto allí y lo veo aquí. Y sé que las grandes aventuras
colectivas, la solidaridad, los mecheritos, yupi, yupi, todo eso se fue a tomar
por saco hace mucho tiempo.
Pero quedan cosas, te doy mi palabra. Cuando ya
no son posibles los héroes solidarios, llega la vez de los héroes solitarios. A
lo mejor, ahora que han muerto los dioses y los héroes con mayúscula, la
salvación está en el heroísmo con minúscula. En el peón de ajedrez olvidado en
un rincón del tablero que mira alrededor y ve al rey corrupto, a la reina hecha
una zorra, al caballo de cartón y a la torre inmóvil, haciendo dinero. Pero el
peón está allí de pie, en su frágil casilla. Y esa casilla se convierte de
pronto en una razón para luchar, en una trinchera para resistir y abrigarse del
frío que hace afuera. Esta es mi casilla, aquí estoy, aquí lucho. Aquí muero.
Las armas dependen de cada uno. Amigos fieles, una mujer a la que amas, un
sueño personal, y una causa, un libro. Cómo reconforta, colega, mirar a un lado
y ver en otra casilla a otro peón tan solo y asqueado como tú, pero que se
mantiene erguido y, tal vez, tiene un libro en las manos. Hay aventuras
maravillosas, vidas riquísimas, sueños increíbles que empezaron de la forma más
tonta, con sólo pasar la primera página de un libro.
Ya sé que no es gran cosa, colega. No soluciona
nada, y lo único que te permite es comprender. Pero eso no está nada mal. Me
refiero a comprender que nacemos, vivimos y morimos en un mundo absurdo, que a
lo más que podemos aspirar es a asumirlo mirándolo de frente, con el orgullo de
quien se sabe peleando solo, hasta el final, solidario con aquellos otros
peones que, como tú, libran su pequeña y pobre batalla en casillas olvidadas. Y
al final descubres que no es tan grave. Los hombres vagan perdidos hace miles
de años, y siempre fue la misma historia. Lo único que los diferencia es cómo
viven y cómo mueren.
Arturo Pérez Reverte
10 de octubre de 1999
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